PEQUEÑEZ
DE LAS GRANDEZAS HUMANAS
Salgo del Betis a la ondosa orilla
cuando traslada el sol su nácar puro
al polo opuesto, y en el cielo oscuro
la luna ya majestüosa brilla.
Entre
la opaca luz su honor humilla
la soberbia ciudad y el roto muro
que, al rigor de los siglos mal seguro,
reliquia funeral, ciñe a Sevilla.
Pierde
la sombra su grandeza ufana;
la altiva población y sus destrozos
lúgubres se divisan y espantables.
Fía,
Licino, en la grandeza humana;
contémplala en la noche de sus gozos,
y los verás medrosos, miserables.
JUAN
PABLO FORNER