FATIGADA
DEL BAILE
Fatigada
del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo,
del salón se detuvo en un extremo.
Entre
la leve gasa
que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
Como
en cuna de nácar
que empuja el mar y que acaricia el céfiro
tal vez allí dormía
al soplo de tus labios entreabiertos.
¡Oh!
¡Quien así -pensaba-
dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño!
GUSTAVO
ADOLFO BÉCQUER