EN EL SEGUNDO CENTENARIO DE:
D. PEDRO CALDERON DE LA BARCA
Ecuador: Numa Pompillo Llona
Guayaquil, 1832 – 1907
(Fragmentos)
(Dedicados a D. Manuel Tamayo y Baus.)
IV
Del
Ecuador en los azules mares,
Antes que el sol las cúspides transmonte,
Contempla el nauta gigantesco monte
Vestido el pie de bosques seculares;
Entre
lianas, y flores y palmares,
Canta allí el guacamayo y el sinsonte;
Mas su cumbre, rasgando el horizonte,
¡Sube hasta los eternos luminares!
¡Así
tu obra titánica: En tus dramas,
Como entre selvas de frondosas ramas,
La pasión canta en melodiosa rima;
Mas,
-alzándose audaz hacia los cielos,
Del símbolo sagrado entre los velos,-
Se pierde en Dios, su inmaculada cima!
V
Yo
vi, también, undosa catarata
Que desde cumbre de eminencia suma
Precipitaba, entre fragor y espuma,
Sus lienzos de cristal, de luz y plata;
Y
mientras que el peñón do se desata
Coronan hielo v misteriosa bruma,
El trópico, en el fondo, la perfuma
Con floreciente primavera grata …
Tequendama
de fúlgida armonía,
Así tu majestuosa poesía
Desciende desde místicas regiones;
Y,
al caer de la tierra en la llanura,
De flores bordan su corriente pura
La esperanza, el amor, las ilusiones …
VI
¡Del
universo alado peregrino
Aguila audaz, tu portentoso vuelo
Abraza la extensión de tierra y cielo,
Y salva los linderos del destino:
Como
la mente angélica de Aquino,
Arrebatada de infinito anhelo,
Mas allá te hundes, del azul del cielo,
En la esencia del Ser Unico v Trino …
Mas,
bajando, después, del firmamento,
Con sosegados giros circulares
En tu vuelo recorres, vagabundo,
Los
dilatados ámbitos del viento,
La ancha faz de la tierra y de los mares,
Los tenebrosos senes del profundo! . .
VII
Desde
las playas de la mar de Atlante
Tendido, hasta el confín remoto hesperio,
Y el Artico y Antártico Hemisferio
Abarcando con brazos de gigante;
Bajo
sus pies el rayo fulminante
En las garras del ave del Imperio;
Así el mundo, doblado al yugo íbero,
Miró de España al Júpiter Tonante:
Y,
entre el asombro del linaje humano,
Brotó en seguida, -tras- congoja acerba,
Tras dolorosa agitación onfusa,-
Del
gran cerebro del coloso hispano,
Armada y refulgente cual Minerva,
¡Oh Calderón! ¡tu prodigiosa Musa!
VIII
Sobre
la frente el astro de la idea,
Y en ambos hombros poderosas alas,
Tal se mostraba, entre esplendentes galas,
Del mundo ante la atónita asamblea;
Risueña
como en triunfo Galatea,
O como Dione en las empíreas salas;
O bien lanzando, cual ceñuda Palas,
El grito de furor y de pelea …
Y
levantando hasta el cenit su vuelo,
-De la eterna creación sacerdotisa,-
Alzó su acento, que escuchaba el suelo.
Por casi un siglo, en actitud sumisa,
Desde su himno infantil, CARRO DEL CIELO,
¡Hasta. el canto. del, cisne, HADO Y DIVISA!
X
¡Buzo
inmortal del corazón humano!
Cuando en su oscuro fondo hundes la frente,
A tu mirada muéstrase patente
De su anchuroso abismo todo arcano:
Al
remontar el piélago, tu mano
La perla lleva de risueño oriente,
Mas divisaste en la onda transparente
Los horrendos colosos del océano …
De
tu Justina y Príncipe Constante
La virtud brilla con mal en guerra,
Cual bajo el hierro el fúlgido diamante;
Y,
víctimas del monstruo de los celos,
Mira en tus dramas, a la vez, la tierra,
Grandes como el de Shéspir (*), ¡cinco OTELOS!
*
Shakespeare
XI
De
tu espíritu múltiple y fecundo,
-Lumbre creatriz, intelectual Proteo,-
Brotar la estirpe, más grandiosa, veo
De cuantos genios ha admirado el mundo:
Cipriano,
como un FAUSTO más profundo,
Vence a la Duda en choque giganteo;
A HAMLET Y CRIN Y PROMETEO
En sí resume el fiero Segismundo;
Tu
audaz Eusebio, en su siniestro tipo,
Los rasgos muestra de un consciente Edipo
Y de un DON JUAN Y CARLOS MOOR gigantes …
Y
fueras tú el mayor de los pintores,
Si, emulando tus gráficos colores,
No se elevara junto a ti … ¡CERVANTES!
DESOLACION
EL POETA Y EL SIGLO
A.
D. Fernando Velarde
¿Cómo
cantar, cuando llorosa gime,
Sin esperanza y sin amor, el alma;
Y por doquiera, con horror, la oprime
De los sepulcros la siniestra calma?
¡Cuando
de los espíritus el vuelo
Ata doliente, universal marasmo;
Y, con sus alas azotando el suelo,
Palpita moribundo el Entusiasmo?
Cuando,
si un generoso pensamiento
Surge en el alma y su dolor halaga,
Del piélago sin fin del desaliento,
En las ondas inmóviles naufraga?
¡Cómo
cantar, cuando el audaz poeta
Al mundo cierra con desdén su oído;
Y el noble acento de su Musa inquieta
Muere en la vasta soledad perdido?
Cuando
la envidia, que aún las tumbas hoza,
Con torvos ojos pálida le espía;
Y sus entrañas a traición destroza,
Y escarnece el dolor de su agonía?
Cuando
la turba de plagiarios víles
A sus cantos se lanza jadeante,
Revolcando en su lodo, cual reptiles,
Su corazón sangriento y palpitante?
Cuando
su canto ardiente y sobrehumano
Amalgama y confunde el vulgo idiota
Con las míseras rimas, donde en vano
Mezquino vate su impotencia agota?
Cuando,
si el noble y dolorido bardo
Su alma descubre rota y destrozada,
En su honda herida revolviendo el dardo,
Le arroja el vulgo imbécil carcajada?
¡Cómo
cantar, cuando en la sed de fama
La generosa juventud no arde;
Ni el santo fuego del honor la inflama,
Ni hace de heroica abnegación alarde?
Cuando
de Patria y Libertad los nombres
En ningún corazón encuentran eco,
Cual se apagan los gritos de los hombres
De los sepulcros en el hondo hueco?
Cuando,
al amor, ya sordas las mujeres
y al brillo indiferentes de la gloria,
Corren en pos de frívolos placeres
Y ansiosas buscan la mundana escoria?
Cuando
el justo derrama inútil lloro
Y bate el vicio triunfadoras palmas,
Y, entre el aplauso universal, EL ORO
Es el sol refulgente de las almas?
Cuando,
como Proteo, a cada hora
Nuevas formas reviste el egoísmo;
Y en los áridos pechos sólo mora
Estéril duda, fúnebre ateísmo? …
¡Ay!
cuando en torno el ojo atribulado
Descubre sólo corrupción, miseria!
Y doquier, al espíritu humillado
Huella con pie triunfante la materia! …
¡Oh!
en tan inmensa postración, el vate
Su turbulenta inspiración acalla;
La llama extingue que en su pecho late
Y en los sepulcros se reclina, y ¡calla!
¡Y
nada, nada su silencio amargo
Un solo instante a interrumpir alcanza,
Ni a turbar el horror de su letargo,
Ni a encender en su pecho la esperanza!…
¡Ay!
yo he palpado el corazón humano;
Y muerto ¡para siempre! le encontré…
¡Muerto! … Rompamos, generoso hermano,
Nuestro laúd con iracundo pie!
Lima,
Octubre de 1852.
LOS
ARQUEROS NEGROS
Tras
el hombro el carcaj : un pie adelante;
con el brazo fortísimo membrudo
tendiendo el arco; y, con mirar sañudo,
inclinado el etiópico semblante,
así,
en hilera, el batallón gigante
de dolores me acecha torvo y mudo;
y sus saetas clava en mi desnudo
ensangrentado pecho palpitante! …
¡Mas
no de tus flecheros me acobardo
ante el airado ejército sombrío;
sus golpes todos desdeñoso aguardo!…
¡Manda
a tu hueste herirme, oh Hado impío,
hasta que lancen su postrero dardo!
Hasta que se halle su carcaj vacío.
Ecuador:
Numa Pompillo Llona
Guayaquil, 1832 – 1907